CIRCULAR DRESAM/222/TEC.DOC/145
ADENDA DEL ENCUENTRO NACIONAL DE CÍRCULO DE LECTURA.
El Ministerio de Educación, por intermedio de la Red
Nacional de Docentes de Español, comunica que el Encuentro Nacional de Círculo
de Lectura, Concurso de Comprensión Lectora y el Concurso de Lectura Oral, ha
sido fusionado en uno solo, que aquí en adelante, se llamará: Primer Encuentro
Nacional de Círculo de Lectores.
Cada círculo de
lectores de Primera y segunda categoría, contará con un total de 15 minutos,
para realizar su presentación.
Triunfadores del Encuentro de Círculo de Lectura.
En esta categoría, participaron, las escuelas primarias,
República Federal de Alemania, Colombia y Josefina Tapia. Los Jurados eran
docentes del CEBG Louis Martinz.
Jurado Calificador del Evento. Sede del encuentro nacional de círculo de lectura
Correspondió, en esta ocasión, lograr el primer lugar, con
la participación de nuestros estudiantes, en la primera y segunda categoría.
Nuestra bella representación.
Felicitamos a todo los que participaron en esta actividad:
Directivos, Docentes, Equipo de Estudiantes, que con su esfuerzo y creatividad,
lograron, este primer lugar.
Lectura.
El amor de la abuelita
RAMÓN FONSECA MORA
La señora recorría la habitación con paso lento, arrastrando los pies, produciendo con sus chancletas un sonido rítmico -cloc cloc- que resonaba en las paredes de la casa. Armada con un plumero atacaba cuanto se le ponía por delante, levantando pequeñas nubes de polvo azuloso y blanco, y con la otra pasaba un trapo húmedo por lo que ya había sido desempolvado, quitando las pocas motas que había logrado salvado del asalto.
-Qué día más lindo es hoy, ¿verdad?- preguntó con tono jovial pero apagado, pues hablar le costaba esfuerzo con el ajetreo de la limpieza.
No obtuvo respuesta, pero aún así le devolvió la sonrisa al rostro risueño de su esposo, que seguía mirándola desde su sitio preferido, a un costado del sofá que utilizaba para descansar y leer.
Siguió limpiando con ritmos pausados pero precisos, aprendidos después de innumerables veces de pasar el plumero y el trapo por el mismo lugar. De repente encontró un sitio que se le había escapado y, sacudiéndolo, levantó otra polvareda en la que pudo observar las pequeñas partículas suspendidas a través de los rayos del sol de la mañana que penetra por la ventana de paneles de vidrio y madera, abierta de par en par.
-¡Huy! ¡Qué suciedad…! -exclamó para sí-. Voy a tener que asear más a menudo este lugar Continuó con su labor de limpieza, pasando de nuevo el plumero y el trapo mojado sobre la superficie recién sacudida.
-Voy a buscar el afrecho para los pajaritos-informó en voz alta-. Tienen que tener hambre pues es tarde.
Tampoco esta vez obtuvo respuesta y se dirigió a la cocina en donde saco un frasco de vidrio lleno de cereal. Extendió el trapo mojado y lo colmó de afrecho, atando las cuatro puntas de la tela para evitar que los granos se salieran. Regresó a la ventana, desató el nudo del pañuelo y colocó un puñado de afrecho sobre el alféizar, mientras llamaba con voz trémula:
-¡ Vengan pajaritos! ¡Fi, fi, fi, fi… ¡ ¡Hora del desayuno! ¡ Vengan, bonitos…!
Como por encanto, numerosas aves se desprendieron de las ramas de los árboles que rodeaban la casa, se posaron sobre el borde de la ventana, rodeando a la anciana, comenzando a devorar los granos con diestros movimientos de sus picos. Revoloteaban tratando de situarse donde más cereal había caído, muchas veces emprendiéndola a picotazos en contra de los demás. La viejecita observaba feliz y colocaba más alimento para remplazar el consumido por los pájaros. A ratos se volvía y observaba sonriente a su esposo, quien desde su lugar en la sala también contemplaba la escena, teniendo siempre en sus labios la sonrisa que su esposa tan bien conocía.
Terminados los granos, las pequeñas avecillas, un poco más pesadas por lo que habían consumido, miraron vacilantes a su benefactora tratando de adivinar si habría más comida. Mas como no vieron signos de ello, poco a poco abandonaron el quicio de la ventana y volaron presurosas de regreso a los árboles más cercanos, unas para alimentar, regurgitando, a sus crías, y otras para reposar antes de lanzarse de nuevo por los cielos de la ciudad. La señora las vio partir y sabiendo que ya no tendría más compañía, se apartó de la ventana y reanudó su labor.
Desempolvaba y pasaba el trapo mojado, una y otra vez, y así avanzaba lentamente entre los muebles que relucían por lo limpio que estaban. Mientras trabajaba veía ocasionalmente por el rabillo del ojo el rostro de su esposo, el cual también comenzaba a brillar al ser alcanzado por los rayos del sol que se filtraban por la ventana. Cada vez que lo veía sonreía y recordaba los buenos momentos disfrutados con aquel señor. Revivía el día en que lo había conocido, con su cabello color marrón y sus ojos grises claros, parado firmemente en el quicio de la puerta de entrada a la casa de sus padres, con la mano extendida sosteniendo un ramo de flores y con una sonrisa en los labios, la misma que ella seguía viendo todas las mañanas, y la voz de su mama que decía: “Hijita, es Roberto, el hijo de mi amiga Isabel, quien viene a conocerte.” De allí todo había pasado rápidamente, casi sin notarlo, y pronto se encontró viviendo en la casa en que ahora estaba, con sus muros gruesos de piedra y rodeada con un gran patio con fuentes cantarinas y árboles cargados de frutos y pájaros, viendo la vida transcurrir apaciblemente en torno a ella, y sintiendo todo los días el amor que se desprendía de aquellos ojos, los mismos que la miraban desde su sitio preferido en la habitación.
Siguió con su trabajo, con su ritmo constante –cloc cloc-, tratando de desempolvar lo que ya desempolvado, y pasando el trapo, ya no muy húmedo, por las superficies pulidas de la madera. Todos los muebles que la rodeaban se los había comprado Roberto, al principio poco a poco, pues no había mucho dinero después de los gastos por la adquisición de la casa, pero posteriormente en forma mucho más holgada al crecer el negocio y terminar el pago de la hipoteca.
Se acercó a un escaparate estilo francés, menudo y delicado, con vidrios curvos en sus costados y finalmente labrado y enchapado. Lo abrió con mucho cuidado pues era frágil, y con mano temblorosa movió el plumero entre las figuritas de porcelana que coleccionaba dentro de la vidriera. Muchas de ellas eran regalo de Roberto, otras fueron compradas durante viajes que hacían juntos, y las más nuevas, con colores más vivos y trazos más irregulares, eran obsequios de sus hijos, quienes todavía le regalaban figuritas de porcelanas cada navidad.
Tomó una de ellas entre sus manos, la que más gratos recuerdos le traía, comprada por su esposo en Venecia allá por los años cuarenta, cuando todavía había canales limpios y góndolas, cientos de ellas surcando las vías de agua, con sus marineros cantando y tratando de atraer pasajeros a sus barcas. Se la había dado de sorpresa, después de escucharla decir frente al escaparate de una tienda cuánto le gustaba. Se la había envuelto mientras ella, distraída, veía otras bellezas en una habitación contigua, y se la había dado ese mismo día, durante la cena, a la luz de las velas cerca de los canales misteriosos, mientras escuchaba el murmullo del agua descender hacia el mar. Ella siempre había creído que la magia de aquella noche penetro en la imagen, y había permanecido allí, esperando, para surgir cada vez que sus manos la tocaban. La tomó y al sentir aquel objeto pulido entre sus dedos se halló sentada en la misma mesa con velas, mirando los ojos grises de un hombre joven.
Devolvió la figurilla a su lugar de reposo y cerró con delicadeza la puerta de la vidriera, que crujió al ajustarse. Con pasos lentos y medidos se dirigió al lugar más sagrado de la casa, a la esquina preferida de Roberto, en donde estaba su sofá y su pipa: y en donde todas las tardes, como rito solemne, apenas llegaba de la oficina se sentaba a leer los periódicos y algunos libros que con las páginas marcadas aguardaban su retorno a medio leer.
Se acercó con lentitud, casi con devoción, y miró aquel rostro que tan dulcemente le devolvía la mirada. Observó sus contorno, su expresión, como tantas veces lo había hecho. Entonces tomó con cuidado el marco de madera en donde reposaba el retrato de su marido, muerto hacía muchos años, y con movimientos suaves empezó a desempolvar con el plumero aquella imagen sonriente
Profesora Deivis Vergara/coordinadora
19 de octubre de 2015.
GLOSARIO DE LA LECTURA
1-
Afrecho: Son los restos o residuos de arroz,
maíz u otro cereal que quedan luego de ser limpiados y escogidos.
2-
Alfeizar: Es un borde afuera de la ventana que
parece una repisa.
3-
Benefactora: La que da, o patrocina algo.
4-
Escaparate: Vitrina donde se exhiben artículos
en la casa o tienda.
5-
Emprendiéndola: Iniciar algo, empezar a hacer
algo.
6-
Frágil: Delicado, débil, que se puede quebrantar
con facilidad.
7-
Góndola: Embarcaciones a remo, tradicionales de
Venecia, Italia.
8-
Jovial: Risueño, con buen sentido del humor.
9-
Hipoteca: Es el bien que se acuerda en garantía,
cuando solicitas un préstamo, de no cancelar, este cubrirá, el pago de la
deuda.
10-
Plumero: Objeto de limpieza, formado por un
madero delgadito, con plumas suspendidas del centro, hacia arriba y la otra
parte del mango, para agarrar..
11-
Pipa: Cachimba, objeto con un orificio circular
y un mango hueco, con que fuman tabaco.
12-
Presurosa: Que tiene prisa, hacer las cosas de
manera rápida.
13-
Quicio: Borde de las ventanas y las puertas.
14-
Regurgitar: Regreso de los alimentos, después de
haberlos tragados.
15-
Revolotear: Movimiento rápido de las aves, en
forma de giro, alrededor de algo.
16-
Trémula: Temblorosa, quebrada.
17-
Vacilante: Que tiene dudas, inseguridad.
18-
Venecia: Es una ciudad, ubicada, al noroeste de
Italia, compuesta, por 120 Islas, unidad entre si, por numerosos puentes y
canales.